Bajo el palio Transparente de la luz



Yo, por entonces, no conocía el mar ni su
infinidad… ni las púas del rosal, ni las
sombras de la noche, ni el filo de la espada,
ni otra realidad diferente de la mía:
¡vivía dentro de mi alcázar, el fortín que
construí con la basa de mis sueños y las
teselas de mi fantasía...!

Creía, que el cielo era un enorme cilanco
lleno de peces y veloces zapateros
que corrían por sus aguas incendiados; de
luciérnagas y nenúfares brillantes… que
el sol, un brasero y las estrellas fanales,
y las nubes camas de algodón y la luna
un queso para que comiesen la Virgen con
 su Niño, mientras me velaban por la noche,
junto a mi Ángel de la Guarda.

Yo, por entonces, no sabía que existiese
el mar, ni otros universos distintos de los
 míos; ni las montañas blancas, ni las grandes
selvas, ni las oscuras ciudades, llenas de
gente que no sabe dónde va, ni cuál es su
sino ni la estrella de su norte...

Mi vida transcurra en mi pequeño edén
-entre la tierra y los espacios de la luz-,
allá donde crecía el gordolobo y sus
blondas candelarias, y se erguía el árbol del
Pan y Panizo, y serpeaba, entre los tallos
de los juncos y las cañas, el sinuoso y
 transparente arroyo Ventogil...
¡Mi imaginación era inagotable, y mi
conocimiento el justo para ser feliz...!
Yo no sabía que existiesen otros ríos,
otros montes, otros cielos, otros valles… mi
vida y mis sueños eran la única verdad.
Creía que los trigales eran frondosos
bosques llenos de ninfas verdes que se iban
ornando poco a poco de amarillo para
las fiestas de San Pedro y de San Juan...
que los olivos gigantes aguerridos, que
mis palomos heraldos de mis sueños, y los
varales de mi cama, los pilares de la
fortaleza donde soñaba bajo el palio
transparente de la luz y los lirios de la
ingenuidad...

Y ahora, cuando mis fuerzas desfallecen y
mi ser se empequeñece como el cirio de
mi altar, me pregunto -desde este rincón de la
ciudad-, si existirán aún aquellos días
luminosos y aquellas noches estrelladas...
si mis sueños seguirán volando en aquel
cielo claro que perdura en mi retina y
subyace -como un halo de esperanza-, en lo
más profundo de mi alma, allí donde duerme mi
nostalgia, asida al fuste de mi infancia y
a las alas de mi libertad.

Autor Francisco López Delgado.

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